Los chatarreros de cohetes

Siempre que se habla de chatarra espacial suele hacerse referencia a la ingente cantidad de restos de cohetes y satélites que orbitan la Tierra. Pero esta no es, ni mucho menos, toda la basura espacial que se produce. Al margen de los componentes que llegan a entrar en órbita, el lanzamiento de cualquier cohete genera residuos a medida que se van cumpliendo sus primeras etapas, que se precipitan hacia la superficie terrestre una vez consumidas.

En su mayoría, las plataformas de lanzamiento se encuentran cerca del mar y hacia él dirigen la trayectoria de sus cohetes, minimizando así el riesgo de impacto de fragmentos. Pero en el caso de Baikonur y los demás cosmódromos utilizados por la Agencia Espacial Rusa, esto no es posible debido a su ubicación tierra adentro; hecho que da pie a un mayor riesgo de accidentes y, sobre todo, a un negocio de chatarrería para todos aquellos que se lanzan a la caza de los restos que quedan esparcidos en extensas áreas de territorio.

Desde que el 4 de Octubre de 1957 entrara en órbita el primer satélite artificial fabricado por el hombre, miles de restos de todas formas y tamaños (desde tornillos a guantes de astronauta, pasando por todo tipo de objetos) se han ido acumulando alrededor de nuestro planeta, viniendo a formar la conocida como basura espacial (según las últimas estimaciones de la NASA, estaría formada por unos 19.000 objetos de más de 10 cm. y más de 500.000 de entre 1 y 10 cm., con un peso total de unas 5.500 toneladas).

Pero incluso antes de que fuera lanzado el Sputnik 1, la superficie terrestre se convirtió en vertedero de otra basura espacial: la proveniente de misiles, prototipos y otros precursores de los cohetes modernos. Posteriormente, a esta chatarra se añadirían los ya mencionados restos de los cohetes multietapa, que desprenden componentes (básicamente tanques de combustible y motores) antes de dejar su carga útil en órbita.

Si echamos un vistazo al listado de bases espaciales históricamente más activas, podremos comprobar como la mayoría de ellas se encuentran en la costa y proyectan sus lanzamientos hacia el mar. Así es el caso, por ejemplo, de las principales plataformas de lanzamiento operadas por la NASA o el Centro Espacial de la Guayana Francesa, operado por la ESA.

La más significativa excepción a esta ubicación costera la constituyen el grueso de cosmódromos operados por la Agencia Espacial Rusa y la Administración Espacial Nacional China, situados en el interior de Rusia, Kazajstán y China. Esta ubicación provoca que los restos provenientes de las primera etapas ya gastadas de los cohetes caigan sobre tierra firme, con un doble inconveniente: un cierto riesgo de accidente y el esparcimiento de chatarra (en ocasiones tóxica) sobre grandes regiones.

En el caso de China, el número significativamente inferior de lanzamientos que hasta la fecha ha realizado (menos de 100, respecto a los más de 2.000 de la antigua URSS y Rusia) hace que el problema derivado de la chatarra especial no sea tan grave, pero sí que se han llegado a registrar dos accidentes (en 1995 y 1996) que costaron la vida a población civil (entre 62 y 500 personas según las fuentes, ver vídeo); eso sí, no por el desprendimiento normal de etapas gastadas, sino por el impacto directo de cohetes tras lanzamientos fallidos.

En el caso de Rusia y la antigua Unión Soviética, a lo largo de la historia de su programa espacial también se han registrado varios accidentes graves que costaron la vida a cerca de 200 personas (entre cosmonautas y personal de tierra), pero nunca por impacto directo sobre núcleos habitados. El más destacable de estos accidentes fue el conocido como la catástrofe de Nedelin, ocurrida el 26 de Octubre de 1960 en Baikonur. Por suerte, hasta el día de hoy, los fragmentos caídos tras el desprendimiento de etapas de cohetes no han causado más incidentes que algún susto y daños materiales en alguna ocasión, ya que las áreas que se encuentran bajo el acimut de las distintas trayectorias de lanzamiento no son demasiado densamente pobladas.

De todos los cosmódromos utilizados por la URSS y Rusia, los más activos y que por tanto han acumulado una mayor cantidad de chatarra alrededor suyo han sido los de Plesetsk y, como no, Baikonur (ver mapa interactivo de los centros del programa espacial ruso).

En los inicios del programa espacial soviético, las autoridades velaban por la recuperación de todos los fragmentos que pudieran quedar en tierra tras cada lanzamiento, pero, a medida que su número se fue viendo incrementado y el secretismo de la Guerra Fría relajado, el personal dedicado a tareas de limpieza fue asignado a otras funciones; dejando así esparcido un número de residuos cada vez mayor.

Esta situación, junto a la precariedad económica de las zonas rurales afectadas por la caída de componentes de cohetes, provocó la aparición de todo un fenómeno: improvisadas brigadas de chatarreros, formadas por habitantes de estas regiones, empezaron a lanzarse a la caza de todos los materiales que pudieran aprovechar; siendo los más preciados metales como aleaciones de titanio y el aluminio.

La recuperación de chatarra y otros materiales de los fragmentos desprendidos tras cualquier lanzamiento es más sencilla en las zonas de la yerma y llana estepa kazaja, donde cae la primera etapa de todos los cohetes lanzadores rusos con origen en Baikonur. En cambio, puede convertirse en todo un reto en zonas boscosas de taiga, como las que reciben los restos de los cohetes lanzados desde Plesetsk o las segundas etapas de los lanzados desde Baikonur.

A inicios de los años 90, coincidiendo con la caída de la URSS, las autoridades de Kazajtán alzaron la voz de alarma molestas por la presencia de estos restos incontrolados y los riesgos medioambientales que podrían acarrear. En respuesta a estas demandas, Rusia llevó a cabo varias batidas de limpieza.

Con el paso del tiempo, las autoridades rusas han ido tomando conciencia de todos los problemas que suponen estos restos y se han emprendido medidas para evacuarlos. En los últimos años las partidas presupuestarias con este fin han ido siendo aumentadas progresivamente y se han contratado los servicios de empresas que se encargan de llevar a cabo labores de limpieza incluso en los lugares de más difícil acceso.

Ensaladilla rusa de enlaces

Simultáneamente con la vuelta a las andadas de este blog, el pasado 9 de Mayo también despertó de su aletargamiento el twitter de Soviet Russia. En él suelo compartir vivencias, fotografías y, sobre todo, enlaces que me parecen interesantes y que en su mayoría están muy relacionados con la temática de esta bitácora: Rusia y la antigua URSS. Es posible que los enlaces que allí cuelgo algún día motiven o complementen un artículo, pero la mayoría se quedarán en un simple mensaje de no más de 140 caracteres.

Teniendo en cuenta que el blog tiene bastantes más suscriptores que la cuenta de twitter y que es probable que bastantes de mis tuits pasen desapercibidos por culpa del huso horario en qué vivo, he pensado que, de vez en cuando, sería interesante recopilar los mejores de estos y otros enlaces en forma de post.

Como no podía ser de otra forma, por su variedad y procedencia, esta nueva sección del blog tenía que llamarse “Ensaladilla rusa”, la que seguramente sea la receta más famosa de estas tierras junto a los polvorones 😀 Bueno, dejémonos de preámbulos y vayamos a lo que interesa:

Mientras que Soviet Russia volvió recordando la gran victoria soviética en la Segunda Mundial, el soviet-twitter lo hizo con los vídeos del monumental desfile celebrado en la Plaza Roja (1ª parte / 2ª parte) y el espectacular castillo de fuegos artificiales que la noche del 9 de Mayo tuvo lugar delante del Kremlin, a orillas del río Moskvá (1ª parte / 2ª parte).

Aparte de todo lo correspondiente al día de la victoria, los enlaces de actualidad más destacables que pasé estos últimos días fueron referentes a dos protestas:

La primera de ellas, más lúdica que reivindicativa, protagonizada por el movimiento que critica el uso (y abuso) de sirenas por parte de políticos y altos funcionarios rusos a bordo de sus coches oficiales. Es la llamada ‘revolución de los cubos azules’, ya que para expresar sus quejas los simpatizantes de este movimiento utilizan cubos de plástico azules a modo de sirenas (o ‘migalkas’, como se les llama por estos lares). De esta tropa vimos su blog (en ruso) y este cachondo vídeo de una de sus concentraciones.

Por desgracia, la segunda de las protestas que hemos seguido vía twitter ha sido bastante más dramática: tras la explosión que dejó un balance de 66 mineros muertos y 24 desaparecidos, en el pueblo de Mezhdurréchensk (Междуреченск, región de Kémerovo) se desató una ola de indignación que fue duramente reprimida por fuerzas especiales de la policía. Vía twitter no sólo seguimos los enfrentamientos (vídeo) entre manifestantes y fuerzas del orden, sino también la censura ejercida sobre los medios de comunicación (ru) y las páginas de internet (ru) que querían informar de lo acontecido.

Dejando a un lado los enlaces de actualidad, en lo últimos días hemos tenido muchos y muy interesantes enlaces de blogs en castellano:

En primer lugar hay que destacar dos impresionantes artículos centrados en desmontar mitos. Por un lado, de la mano de ‘Salsa rusa‘ y gracias a un comentario de Alejandro, hemos podido leer un demoledor post sobre todos los topicazos esgrimidos para cuestionar el papel de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Del otro, gracias a ‘La pizarra de Yuri‘, hemos podido ver, de forma muy documentada, como carecen de fundamento muchos mitos aparecidos alrededor del accidente ocurrido en 1986 en la central nuclear de Chernóbyl.

Otro artículo apasionante que he compartido a través de twitter es el intrigante post de Cabovolo sobre “El misterioso zumbador de la UVB-76”. Un inquietante fenómeno que emana desde las profundidades de los bosques rusos. Mejor no digo nada más y descubrís el misterio por vosotros mismos.

Desde la bitácora del soldado fanfarrón y con su estilo inconfundible, Alfor nos ha regalado un doble post con el relato de la historia del que seguramente fue el general más vergonzoso del Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial, tras haber pasado por la Guerra Civil Española con más pena que gloria.

Gracias al blog ‘Zemiorka‘ hemos podido disfrutar de algunos carteles de los inicios del programa espacial soviético, como este de arriba conmemorando el primer paseo espacial, y, gracias al twitter de su autor, hemos podido visitar el museo de la electrónica digital soviética.

Finalmente, por lo que a blogs se refiere, hemos descubierto una maravilla dedicada al cine soviético. Gracias a este blog, que Carlos Valmaseda publica desde Moscú, podemos zambullirnos a fondo en el cine de la URSS, con entradas tan interesantes como ‘El caso Cibrario‘, en qué nos explica todas las tribulaciones que sufrieron los bolcheviques para hacerse con celuloide y otro material cinematográfico, historias de espías incluidas.

Enlazando con el blog de Carlos, es hora de recordar varios enlaces que hemos visto sobre cine. Precisamente gracias a su blog, dimos con el emule del cine soviético subtitulado en español.

Aún en relación al cine soviético, vimos unos curiosos efectos especiales de una película de 1946 con ciborg bailarín incluido, (gracias al twitter de Historias del Este) y visitamos el sótano de un estudio de grabación de animaciones y películas de divulgación.

Para acabar, un popurrí de temas varios. Empezando por un enlace de esta misma mañana: un nuevo vídeo de las pruebas de vuelo del caza invisible de 5ª generación que está desarrollando Sukhoi, el PAK FA.

Y continuando con estos enlaces para los más rusófilos que hablan la lengua de Pushkin: La hemeroteca completa de los años de la Segunda Guerra Mundial que recientemente el periódico Komsomólskaya Pravda (Комсомольская Правда) ha colgado online, un tronchante compendio de imágenes de películas de Hollywood en las que podemos ver el (mal) uso que hacen del ruso y el cirílico y la versión cubanizada de una de las canciones soviéticas más emblemáticas de los años de la Gran Guerra Patriótica, “Темная ночь” (Tiómnaya noch, noche oscura).

La URSS sigue entre nosotros

Casi 20 años después de la caída de la URSS, uno podría pensar que ésta sólo permanece viva en los libros de historia. Así también lo cree la mayoría de las personas que visitan Rusia, engañadas por el velo de modernidad y occidentalización que recubre las únicas ciudades que suelen visitar: Moscú y San Petersburgo.

Pero si dejamos a un lado este trampantojo y nos adentramos en la “Rusia real”, podremos observar como la imaginería y mentalidad soviéticas siguen bien vivas; no sólo entre los comunistas nostálgicos, sino entre la nueva élite y la sociedad en general.

El más claro exponente de todo ello es la propaganda oficialista que aflora por todas partes y que, aún hoy, sigue haciendo rodar cabezas.

Cuando uno llega a por primera vez a Rusia, y especialmente a Moscú, los únicos indicios que le hacen recordar los tiempos de la Unión Soviética son meros detalles estéticos como los mosaicos de sus magníficas estaciones de metro, alguna que otra escultura de Lenin, su mausoleo en la Plaza Roja o los nombres de algunas calles y avenidas. Por lo demás, nada hace pensar que se encuentre en una ciudad muy diferente a otras capitales europeas.

Más allá de estos detalles y de las visitas a museos, uno sólo podrá sentirse fugazmente en la época soviética si se cruza con alguna sede del partido comunista (como la que encabeza este artículo) o alguna de sus menguantes concentraciones; las cuales, salvo en ocasiones puntuales como el 1 de Mayo, suelen dar más lástima que otra cosa. En definitiva, situaciones casi tan simpáticas como el encuentro con los imitadores de personajes históricos que pululan por el centro de Moscú.

Comunistas aparte, también tiene su gracia encontrar otras curiosas herencias de antaño, como los plafones de honor en que se ensalza a pie de calle a los mejores trabajadores de algún departamento de la administración, como este de la administración del distrito central de Omsk:

Pero si uno va más allá de la visita turística típica y se adentra en el país, con el paso del tiempo podrá observar que, si bien las banderas rojas con hoces y martillos hace tiempo que dejaron de ondear y ya no hay retratos de Marx y compañía por doquier, una nueva simbología cortada con el mismo patrón ha substituido silenciosamente a la anterior.

En la que se supone que es la democracia más grande del planeta (por la extensión del país, no por otra cosa) un partido ha dado paso a otro, el rojo al azul, la estrella polar a un oso ártico paliducho y las ropas obreras a los trajes de Armani:

Carteles como el de la foto pueblan las ciudades del país gracias a la incansable labor de los aplicados gobernadores locales, quienes, cuales reyes de taifas puestos a dedo desde Moscú, velan por el correcto adoctrinamiento de la población.

Quizás algún lector bien intencionado, pensará que soy un exagerado y que no es más que un cartel publicitario en plena campaña electoral… pues siento defraudarle, pero no. Los carteles con las efigies de los nuevos líderes y sus consignas están presentes todo el año, sea invierno o verano, estemos en el inicio de la legislatura o en plena campaña electoral. No importa, allí están siempre, impasibles.

Pero la cosa no se queda aquí; cuando uno afina un poco más los sentidos empieza a darse cuenta que los carteles y cartelitos del partido Rusia Unida están por todos lados, desde fachadas de bibliotecas públicas, como la Biblioteca Estatal de Omsk:

A estadios deportivos, como el Arena Omsk:

Pasando por acontecimientos deportivos, autobuses públicos y un largo e inacabable etcétera.

Su presencia es tan masiva que llega al absurdo: en casi todas las librerías del país, tras el mostrador de caja, cuelgan fotos enmarcadas y cartelitos de Putin y Medvédev de todos los tamaños, con precios para todos los bolsillos. Incluso he llegado a ver bustos de mármol.

Servidor no se corta mucho, pero como sacar fotos ante dependientas y seguratas no es muy discreto, os dejo esta foto que saqué en el pasillo de una librería de Moscú:

¿Os podéis imaginar qué pasaría si en España a alguien se le ocurriera vender retratos de Zapatero y José Blanco o banderitas de partidos en las librerías?

Pero esto no es todo, para que veáis lo en serio que se toman los nuevos poderosos esto de la propaganda y el culto a los líderes, deciros que hoy en día un paso en falso con el tema puede dejarte de patitas en la calle.

Esto es lo que le pasó al responsable de mobiliario urbano de Omsk cuando, en vísperas de la visita de Medvédev a la ciudad en Febrero, se le ocurrió sustituir el cartel de esa valla publicitaria que hemos visto antes, por uno nuevo y reluciente en que aparecía el joven presidente en solitario, sin Putin. Cuando el tema trascendió a los medios de comunicación, se armó tal follón que a las pocas horas se había restituido el antiguo cartel (eso sí, algo arrugado) y se había despedido al funcionario por haber tomado semejante iniciativa para agradar al presidente. Como mínimo tuvo la suerte de que ya no se envía a nadie a ningún gulag.

A grandes problemas… bombas atómicas

Viendo como pasan los días y la marea negra del golfo de México no hace más que crecer, sin que nadie sepa como detener el flujo de crudo que emana desde las profundidades, me he acordado de la solución soviética apuntada hace unos días en la prensa rusa: detonar una bomba atómica.

Aunque pueda parecer una salvajada, la URSS utilizó en 5 ocasiones este método para acabar con fugas de hidrocarburos que no había sido posible detener mediante métodos convencionales.

Pero esta no fue la única aplicación sui géneris que la Unión Soviética dio a la energía nuclear. Desde 1965 se llevaron a cabo en su territorio otras 119 explosiones nucleares con fines pacíficos tan variados como la minería, la prospección de nuevos yacimientos petrolíferos o la creación de presas y canales.

Ensayo nuclear en el Atolón de Mururoa, Polinesia Francesa    

Paralelamente a la carrera armamentística iniciada por las dos superpotencias de la Guerra Fría tras el desarrollo de la bomba atómica (Estados Unidos en 1945 y la Unión Soviética en 1949), ambos países iniciaron programas para utilizar explosiones nucleares con fines más pacíficos. Los Estados Unidos fueron los primeros en trabajar en esa dirección, iniciando el programa conocido como “Operación Plowshare” en 1961, seguidos por la URSS en 1965 con el que ha venido a llamarse programa de “Explosiones Nucleares para el desarrollo de la Economía Nacional”.

A diferencia del campo militar, en el que ambas potencias mantuvieron un intenso ritmo de trabajo para refinar las aplicaciones más malévolas de la energía atómica, en el campo civil la cosa fue bien distinta: mientras que el programa estadounidense acabaría limitándose a 27 explosiones de carácter casi exclusivamente experimental, el programa soviético sería mucho más ambicioso, llegando a realizar 124 explosiones hasta el año 1988, siendo la gran mayoría de ellas de carácter práctico y llevadas a cabo fuera de los polígonos dedicados a acoger pruebas nucleares.

Primera explosión del programa nuclear civil soviético en Chagan, Kazajstán, en 1965 

La totalidad de estas 124 explosiones nucleares fueron subterráneas y supusieron aproximadamente el 22% del total de pruebas nucleares realizadas por la Unión Soviética.

En el siguiente mapa, podemos ver una distribución esquemática por regiones de las pruebas nucleares llevadas a cabo por la URSS con fines civiles:

Mapa de las explosiones nucleares de la URSS con fines civiles

Como ya he comentado anteriormente, los objetivos de estas explosiones fueron bien variados:

  • – Prospección de nuevos yacimientos de hidrocarburos.
  • – Intensificar la producción de gas y petróleo de explotaciones ya activas.
  • – Apertura o ampliación de minas para la extracción de carbón y metales.
  • – Creación de presas y canales para el almacenamiento y conducción de agua.
  • – Creación de depósitos subterráneos para el almacenamiento de gas o residuos tóxicos.
  • – Extinción de fugas de hidrocarburos.
  • – Entre otros.

En el caso de la extinción de fugas de hidrocarburos, la primera y quizás más espectacular explosión fue la llevada a cabo el 30 de Septiembre de 1966 en el pozo de extracción de gas de “Urta-Bulak” (Урта-Булак), situado en la provincia de “Bujaro-Jivinskoy” (Бухаро-Хивинской), que concentra el 72% de las reservas de gas de Uzbekistán.

A raíz de un accidente ocurrido en 1963, en dicho pozo se originó una gran fuga de gas que emanaba a gran presión llegando a 70 metros de altura. Para evitar contaminar toda la región con los gases emanados, se decidió prender fuego al escape. Pero, desgraciadamente, no hubo forma de apagar la colosal llamarada provocada.

Después de que el incendio se prolongara durante 1.064 días de forma interrumpida y de intentarlo extinguir mediante todos los medios imaginables (incluyendo el uso de artillería), se decidió recurrir a una explosión nuclear. Para la operación fue necesario excavar un pozo contiguo de 1.500 metros de profundidad, al fondo del cual fue colocada una bomba atómica de 30 kilotones. Esta medida, aparentemente desesperada, acabaría saldándose con un éxito sin precedentes.

De las 124 explosiones mencionadas, según los datos oficiales sólo se registraron accidentes que provocaron un exceso de radiación no previsto en 3 de ellas. De las 5 bombas utilizadas para acabar con escapes de hidrocarburos, sólo se fracasó en una ocasión, en 1972 en la región de Járkov (Харьковская область), en que no se pudo obturar una “fuente de gas” parecida a la de “Urta-Bulak”.

Esperemos que el vertido que actualmente está asolando el golfo de México pueda ser liquidado con métodos más modernos y sofisticados; pero, de no ser posible, siempre quedará la opción de recurrir a un buen pepinazo.

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